Todo comenzó a mediados del año 2005 cuando tomé la decisión de irme a vivir al campo. Yo había recorrido los alrededores de la ciudad donde crecí por aquellos paseos que se hacían con la familia en mi niñez y con los amigos luego, cuando tuve edad para andar solo, por lo tanto conocía algunos lugares rurales. Nunca antes me había llamado tanto la atención el campo, no había reparado en el enorme bagaje cultural que tiene, vivía ignorando que allí, a pocos metros de donde estaba, existía un mundo rico, lleno de historias y personajes. No sabía que podía existir tal cosa como la ilustración rural
La aventura del campo ilustrado
Yo ya había empezado a recorrer las montañas de Boyacá antes de vivir de lleno en el campo, ya había generado una relación con los ecositemas de páramo y había conocido algunas personas maravillosas que habitaban estos lugares. Sin embargo, solo hasta estar viviendo en una casa rural, pude experimentar de lleno la inmersión en un territorio cuyo tiempo trascurre a un ritmo diferente y acercarme a esas personas que diariamente viven de la tierra y la cría de animales.
Un día, trabajando allí, en mi Casa Taller con vista a la Montaña, se me ocurrió un dibujo que resumía con figuras geométricas básicas la imagen de un campesino boyacense, con su ruana y su sombrero. La figura llamó mi atención y empecé a dibujarla en todas partes, al punto de convertirse en mi representación de la cultura de mi región, es decir, un icono de ésta, la cual es marcadamente campesina con herencia indígena.
Escuchando música carranguerra, recorriendo los caminos veredales y compartiendo alrededor de los fogones de leña las historias de los pobladores de los campos, mi dibujo del campesino se iba nutriendo y creando a su alrededor un aura de conocimientos rurales y montañeros que lo llevarían a persistir en mis bitácoras y en los demás lugares donde lo plasmaba, pero aún faltaba algo por suceder.
Con el tiempo la figura simple empezó a reclamar un rostro y con él una voz, sería allí cuando empezara a expresar los sentires más profundos de su legado campesino, configurando a su alrededor una familia, un pueblo, un territorio, en sí un universo donde todas las prácticas y costumbres, los lugares y las historias, constituyen una herrramienta para proteger y salvaguardar lo más preciado que tenemos, la vida.